RELATOS Y LEYENDAS


LEYENDAS CELTAS TRADICIONALES



Cuchulain en la tierra de Skatha / El secreto de Maón / Etain en el mundo de las hadas / Fergus y el caballo de río / Finn contra el demonio de Tara / La hija adoptiva del vaquero / La maldición de Macha / Mesroda, su perro y su cerdo / La hija del rey de la Tierra de la Juventud / Finn y la cacería de la cierva / Angus y la doncella mágica /La tragedia de Cuchulain y Connla / La leyenda de Knockgrafton / La leyenda de la Pradera Oriental / La leyenda de las Gwragedd Annwn   / El Molino de Fincastle /La Leyenda de Ossián / La leyenda del Rey Arturo/La leyenda de Pwyll / Los Tuatha de Danann / La Leyenda de Cú-Chulainn


 

La maldición de Macha

 

Crunden, hijo de Agnoman, vivía en una parte solitaria del Ulster, entre las montañas, y tenía un buen pasar; pero su esposa había muerto, y él tenía sobre sí el cuidado de sus cuatro hijos. Un día estaba sentado en la casa cuando vio entrar por la puerta a una mujer, alta y agraciada y bien vestida, que sin decir palabra se sentó junto al hogar y se puso a encender el fuego. Fue después a donde estaba la harina, la sacó y la mezcló, y asó una torta. Y al atardecer tomó una vasija y salió a ordeñar las vacas, pero en todo el tiempo no dijo palabra. Volvió después a entrar en la casa, y se dio una vuelta hacia la derecha, y se quedó la última en pie para tapar el fuego.


La mujer se llamada Macha, allí permaneció, y Crunden se casó con ella. Ella los atendía a él y a sus hijos, y todo lo que tenía el hombre prosperaba.


Un día se dispuso una gran asamblea de los hombres del Ulster para hacer juegos y carreras y toda clase de entretenimientos; y todos los que podían, hombres y mujeres, soían ir a esa asamblea.


- Yo iré hoy allí - dijo Crunden -, como van todos los demás hombres
- No vayas - dijo su mujer - ; pues sólo con que en la feria pronuncies mi nombre, me perderás para siempre.
- Entonces no hablaré de ti para nada - dijo Crunden. Y marchó con los demás a la feria, donde había toda clase de entretenimientos, y estaba toda la gente del país.


A la hora nona llevaron el carro real al campo, y los caballos del rey ganaron la carrera. Entonces los bardos y poetas, los druidas y los servidores del rey, y toda la asamblea, se pusieron a alabar al rey y la reina y sus caballos, y clamaron:"Nunca hubo mejores caballos que éstos; no hay quien corra más en toda Irlanda." "Mi mujer corre más que esos dos caballos", dijo Crunden. Cuando se lo contaron al rey, dijo:"Apresad a ese hombre, y retenedle hasta que se pueda traer a su mujer a que pruebe su suerte corriendo contra los caballos."


Así que le apresaron y le retuvieron, y se enviaron mensajeros del rey a la mujer. Ella dio la bienvenida a los mensajeros y les preguntó a que iban.


- Venimos por orden del rey - dijeron - a llevarte a la feria, para ver si corres más deprisa que los caballos del rey; pues tu marido se ha jactado de que lo harías, y ahora está preso hasta que vayas tú a liberarle.


- Necedad de mi marido fue decir eso - dijo ella -; en cuanto a mí, no estoy en condiciones de ir, porque en seguida voy a dar a luz.


- Es lástima - dijeron los mensajeros -, porque si no vienes se dará muerte a tu marido.


- Siendo así, tengo que ir, pase lo que pase - dijo ella.


Conque con esto partió hacia la asamblea, y cuando llegó allí todos se agolparon para verla.


- No es decoroso mirarme, en el estado en que estoy - clamó ella -; ¿para qué me han traído aquí?


- Para correr contra los dos caballos del rey - gritó el pueblo.


- ¡Ay dolor! - dijo ella -; no me lo pidáis, pues ya se acerca mi hora.


- Sacad las espadas y matad a ese hombre - dijo el rey.


- Ayudadme - dijo ella al pueblo -, pues todos vosotros habeis nacido de madre. - Y dijo al rey:- Dame siquiera un plazo hasta que nazca mi hijo.


- No doy ningún plazo - dijo el rey.


- Entonces la vergüenza que caerá sobre tí será mayor que la que caiga sobre mí - dijo ella -. Y porque no has tenido conmigo ni piedad ni respeto, caerá sobre tí un mayor castigo que el que ha caído sobre mí. Que traigan los caballos y los pongan a mi lado.


Echaron a correr, y Macha adelantó a los caballos y ganó la carrera. En la meta le dieron los dolores del parto, y alumbró a dos hijos, niño y niña, y del dolor dio un gran grito.


De pronto acometió una debilidad a cuantos habían oído el grito, y de suerte que no tenían más fuerzas que la mujer allí tendida. Y Macha dijo así: "De aquí en adelante, y hasta la novena generación, la vergüenza que habeis puesto sobre mí caerá sobre vosotros; y en el tiempo en en que mas necesiteis vuestra fuerza, en el tiempo en que vuestros enemigos os estén cercando, en ese tiempo la debilidad de una parturienta descenderá sobre todos los hombres de la provincia del Ulster."

 

Y así sucedió; y de todos los hombres del Ulster nacidos después de aquel día, ninguno escapó a aquella maldición.

 

 

 

 

 

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Mesroda, su perro y su cerdo.

 

Mesroda era un señor rico y hospitalario que vivía en Leinster. Tenía dos posesiones muy presiadas: un perro que corría más deprisa que cualquier otro perro y un cerdo que era el más grande que se habIa conocido.


La fama del perro se extendió, y muchos príncipes y lores deseaban obtener el animal. Cierto día llegaron a Mesroda dos mensajeros, uno del rey de Ustler y el otro de la reina de Connacht, dos territorios en conflicto.


El enviado de Connacht ofreció seiscientas vacas lecheras y un carro con los dos mejores caballos del reino. Pero el mensajero de Ustler ofertó no menos que Connacht y la amistad y la alianza de Ustler.


Mesroda pensó durante tres días y tres noches, sin dormir, ni comer ni probar bocado. Su mujer estaba preocupada y cuando le preguntó qué era lo que ocurría, Mesroda repondió, tal y como una viejo dicho rezaba: "No le confIes dinero a un esclavo ni secretos a una mujer."


La esposa le respondió que lo que una mente no puede solucionar quizá otra sí, y finalmente Mesroda le contó lo sucedido: "A quienquiera que le diga que no, atacará mi castillo y asesinará a mi gente."


Su mujer le contestó: "Entonces dáselo a ambos, y pídeles que vengan a buscarlo, si alguien asola a alguien, será entre ellos."


Así fue que los reyes y sus séquitos llegaron a una gran fiesta para la que Mesroda había matado a su famoso cerdo, para servirlo. Cuando llegó el momento, discutieron sobre quién tendría el honor de trincharlo, que debería ser un guerrero de grandes hazañas.


Ket de Connacht empuño su cuchillo, justo cuando cruzaba la puerta de entrada Conall de Ustler. Se saludaron con cortesía caballeresca, hasta que Conall dijo:


- Ahora, apártate del cerdo y déjame el lugar.


- ¿Por qué? - preguntó Ket


- ¿Buscáis una respuesta de mí? Por los dioses de mi nación, juro que desde que tomé las armas por primera vez en mis manos no ha pasado ni un solo día que en que no matara un hombre de Connacht, ni una sola noche en que no hiciera una incursión sobre ellos, y nunca me he dormido sin tener una cabeza de un hombre de Connacht bajo mis rodillas.


- Confieso - dijo entonces Ket - que sois mejor hombre que yo, y os cedo el cerdo. Pero si Anluan, mi hermano, estuviera aquí os contestaría. ¡Cuánta pena de que no esté aquí!


- Anluan está aquí - gritó Conall, mientras sacaba de su cinturón la cabeza de Anluan y la tiraba sobre Ket.


Todos se revolucionaron, las espadas salieron de sus protecciones y pronto los hombres destrozaron las puertas, se mataron unos a otros en campo abierto y las huestes de Connacht fueron auyentadas.


El codiciado perro, siguió los carros que se retiraban, hasta que uno de los guerreros de la reina Maev le cortó la cabeza y de esa forma la reunión no fue ganada por nadie.


Mesroda se quedó sin perro y sin cerdo, pero salvó sus tierras y su vida.

 

 

 

 

 

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La hija del rey de la Tierra de la Juventud

 

Mientras Finn y su hijo Oisin, junto a varios compañeros, cazaban una mañana brumosa de verano a orillas del lago Lena, vieron acercarse a una doncella hermosísima, montada en un corcel blanco como la nieve. Ella llevaba un traje de reina: una corona de oro y un manto de seda marrón con estrellas de oro rojo la envolvía y se arrastraba por el suelo.


Su caballo llevaba adornos de oro y un penacho sobre la cabeza.


La doncella y se acercó a Finn y con él habló.


- Desde lejos he venido y te he encontrado, Finn, hijo de Cumhal.


- ¿Cuál es tu tierra, doncella, qué es lo que deseáis de mí?


- Mi nombre es Niam la del pelo dorado. Soy hija del rey de la Tierra de la Juventud, y lo que me ha traído hasta aquí es el amor por vuestro hijo Oisin.


Ella giró hacia el joven guerrero y le habló en con una voz a la que nadie podía negarse.


- ¿Vendrás conmigo, Oisin, a la tierra de mi padre?


- Allí iré y hasta el fin del mundo.


Entonces la doncella habló sobre su tierra, y mientras lo hacía, una quietud de ensueño inundó todas las cosas. Ningún caballo se movió, los perros dejaron de ladrar, ninguna ráfaga de viento meció las hojas del bosque.


Los hombres estaban tan maravillados que de todo lo que ella contó, sólo pudieron recordar:

 

Es una tierra deliciosa por encima de todos los sueños,
Más bella que cualquier cosa jamás vista por unos ojos.
Allí todo el año hay frutos en los árboles,
Y durante todo el año las plantas florecen.

Allí los árboles miel salvaje gotean;
El vino y la hidromiel nunca se terminan.
Ningún habitante conoce el dolor ni la enfermedad,
Y la muerte o el decaimiento nunca están cerca de él.

La fiesta nunca empalaga ni la caza cansa,
Ni tampoco para de sonar la música de los salones;
El oro y las joyas de la Tierra de la Juventud
Brillan con esplendor jamás conocido por hombre alguno.

Tendrás caballos de buena cuna,
Tendrás perros que corren más que el viento;
Un centenar de guerreros os seguirán en las batallas,
Un centenar de doncellas os cantaran para que durmáis.

Una corona de soberano llevareis en la frente,
Y a vuestro lado un arma mágica siempre estará,
Y seréis el señor de toda la Tierra de la Juventud,
Y señor de Niam la del pelo dorado.

 

Al terminar la canción, los fians vieron a Oisin montar en el corcel mágico, sostener a la doncella en sus brazos, y desaparecer como un rayo de luz hacia el bosque.

 

 

 

 

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Finn y la cacería de la cierva

 

Cierto día en que Finn y sus compañeros regresaban con sus perros de una cacería en el monte Allen, una cierva se cruzó por su camino y todos corrieron tras ella. Pronto los perseguidores fueron quedando atrás, exceptuando a Finn y a sus dos perros, Bran y Skolawn. Estos perros tenían un origen muy peculiar ya que eran hijos de Tyren, tía de Finn, que había sido transformada en perra por un encantamiento. Eran los mejores canes de toda Irlanda y Finn les amaba mucho.


Cuando la cacería se dirigía hacia un valle, la cierva se detuvo, se recostó, y Finn vio que sus perros jugaban con ella lamiéndole la cara. Finn ordenó que nadie le hiciera daño y ella los siguió en el camino de regreso.


Esa misma noche, él se despertó y vio junto a su cama a la mujer más hermosa que vio en toda su vida, quien le dijo: " Soy Saba, oh Finn, soy la cierva que cazaste hoy. A causa de no haber querido dar mi amor al druida de la tierra de las hadas, me convirtió en lo que has visto, y he estado así por tres años. Pero uno de sus esclavos, apiadándose de mí, me reveló que si podía llegar hasta vuestra morada de Allen, oh Finn, volvería a mi forma original. Temía ser destrozada por vuestros perros, o herida por los cazadores, y por eso sólo me deje alcanzar por vos, y por Bran y Skolawn, quienes tiene la naturaleza del hombre y no me harían daño".


Así fue como Saba vivió con Finn y él la hizo su esposa; tan profundo fue el amor que se tuvieron, que durante meses no se separaron. Un día llegó la noticia de que barcos de guerra del Norte estaban en la bahía de Dublín, así que él mando llamar a todos sus hombres, y le dijo a su esposa: "Los hombres de Erín nos dan tributo y hospitalidad para que los defendamos de los invasores, y seria una vergüenza aceptar los pagos sin dar de nuestra parte lo que se pide".


Durante siete días estuvo ausente Finn, hasta que los escandinavos se alejaron de las costas de Erín. Al octavo día regresó entre los suyos, pero vio la preocupación en los ojos de hombres y mujeres, Saba no estaba en la muralla esperando su regreso. Ante el pedido de Finn, le contaron lo que había sucedido:


Saba esperaba ansiosa su regreso, y un día apareció Finn con sus dos perros, y hasta se escucharon las notas de la llamada de caza de los de la Fianna en el viento. Saba se corrió hacia la verja a recibir a su amado, pero el falso Finn blandió una varita de avellano y la convirtió en un ciervo. Sus perros comenzaron a perseguirla haciéndola huir. Los hombres tomaron todas las armas que pudieron y salieron en busca del hechicero, pero no encontraron a nadie, a Saba tampoco.


Finn se retiró a su habitación y se encerró un día completo, luego siguió ocupándose de los asuntos de la Fianna como siempre, pero durante siete años buscó a Saba por cañadas, bosques y cuevas de toda Irlanda, con la sola compañía de sus fieles perros hasta que perdió toda esperanza y renuncio.


Un día mientras cazaba en Ben Bulban oyó que los perros gruñían con furia, él y sus hombres corrieron hacia ellos y encontraron que los canes intentaban acercarse a un niño de largos cabellos rubios, que estaba desnudo al pie de un árbol, mientras Bran y Skolawn los mantenían a distancia.


Los fians apartaron a los perros y se llevaron con ellos al muchacho que, cuando aprendió a hablar, les contó su historia.


Él no había conocido ni padre ni madre alguna. Siempre había vivido en un valle cerrado por acantilados altísimos y había sido cuidado por una cierva amorosa. Durante el verano se alimentaba de frutos silvestres y durante el invierno se mantenía con las provisiones que guardaba en su cueva. De tanto en tanto, aparecía un hombre de aspecto oscuro que hablaba con la cierva, a veces con ternura y otras con amenazas, pero la cierva siempre huía de él.


Un día, el hombre llegó y estuvo largo rato con la cierva, hasta que la tocó con una varita de avellano y obligándola a seguirlo sin mirar atrás. El niño intentó ir tras ellos pero no pudo mover su cuerpo, llorando de rabia y desolación, cayó al suelo y perdió el sentido. Cuando volvió en si estaba en la ladera de la montaña de Ben Bulban y durante días buscó aquel valle verde, hasta que los perros lo encontraron.


Finn le llamó Oisin, pequeño ciervo, y se conoció como guerrero y como un gran compositor de canciones y fábulas.

 

 

 

 

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Angus y la doncella mágica

 

Cierta vez, Angus Og, hijo de Dagda y Boanna del palacio de New Grange, cayó profundamente enamorado de una doncella a la que había visto en sueños. Sus padres, preocupados por el mal que acosaba a su hijo, buscaron a la joven por toda Irlanda, pero no pudieron encontrarla. Finalmente decidieron llamar a Bov el Rojo, rey de los daanos de Munster y hombre diestro en misterios y encantamientos, quien tras buscar durante un año anunció que había encontrado a la ilusoria doncella en un lago llamado Boca de Dragón.


Angus y Bov viajaron hasta al lago, donde encontraron a quinientas doncellas paseando en parejas, cada joven unida a su pareja por una cadena de oro. Entre todas las doncellas, Angus feliz reconoció a la de sus sueños y le preguntó a Bov quién era la muchacha, así supo que era Caer, la hija de Ethal Anubal, el príncipe de los daanos de Connacht.


Angus se lamentó por no ser lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus compañeras, pero siguiendo el consejo de Bov el Rojo, fue a pedir la ayuda de los reyes mortales de Connacht, Ailell y Maev.


Los reyes mandaron un mensaje al príncipe Ethal, pidiéndole la mano de Caer para Angus, pero él se negó a entregarla. Ante el rechazo de Ethal, las fuerzas del rey Ailell lo sitiaron en su castillo y ante el segundo pedido de mano de Caer, el príncipe explicó que la joven vivía alternativamente bajo la forma de doncella un año y de cisne al año siguiente: "el próximo 1 de noviembre la podéis ver con otros ciento cincuenta cisnes en el lago Boca de Dragón".


Angus fue allí en el tiempo propicio, se acercó a la orilla y llamó a la blanca y alada Caer, le explicó quién era y de pronto se trasformó en cisne él también. La doncella correspondió su amor y juntos volvieron al palacio de Angus, emitiendo una música tan divina que todos lo que la oyeron cayeron en un sueño plácido durante tres días y tres noches.

 

 

 

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La tragedia de Cuchulain y Connla

 

Mientras Cuchulain vivó en la Tierra de las Sombras fue amante de la princesa Aifa, una de las más fuertes guerreras del mundo.


Antes de regresar a Erín, su pueblo, Cuchulain le dio a la princesa un anillo de oro, diciendo que si tenía un hijo de él, debía mandárselo cuando hubiera crecido lo suficiente como para usar la joya. El guerrero agregó: "Tendrá como geise (tabú o requerimiento) que nunca se dará a conocer, que nunca se irá de un combate y que nunca rechazará ninguno. Su nombre será Connla."


Años más tarde, los señores de Ustler vieron acercarse un joven en un pequeño barco de bronce, con remos dorados. El barco estaba lleno de piedras y de cuando en cuando, el chico ponía una en su honda y la lanzaba a un pájaro en forma tal que éste caía a sus pies.
El rey Conor dijo: "Si los hombres del país de este chico vienen aquí, seguro nos reducirán a polvo. ¡Desgraciada será la tierra a la que vaya ese muchacho!."


Cuando el joven llego a tierra fue recibido por un mensajero para convencerlo de que se fuera, pero el muchacho se negó. Varios hombres fueron enviados en su contra, el chico ató a algunos y asesinó a otros, desafiando el poder de Ustler, negándose a marchar y a decir su nombre o su linaje.


El rey Conor mandó llamar a Cuchulain. Cuando el guerrero llegó, el muchacho estaba lanzando sus armas al aire y haciendo espectaculares hazañas.


- Delicioso juego, joven. - le dijo - ¿Quién sois y de dónde venís?.


- Nunca os revelaré. - contestó


- Entonces morirás.


- Así sea.


Lucharon durante un largo rato y al final ambos cayeron al mar.


Cuchulain estuvo a punto de ahogarse, hasta que se acordó del Gae Bolg (arma en la que había sido instruido por la guerrera Skatha), lo lanzó contra el joven y lo destripó.


- Esto es lo que Skatha nunca me enseño. - dijo el muchacho - ¡Desgraciado de mí, estoy herido!.


Cuchulain lo miró con atención y reconoció el anillo que tenía en el dedo. Llevó a Connla hasta la orilla, dejándolo ante el rey Conor y declaró : "Aquí está mi hijo para vosotros, hombres de Ustler."


El muchacho dijo: " Es verdad. Y si tuviera cinco años para crecer entre vosotros, conquistaríais el mundo hasta Roma. Pero estando las cosas como están, decidme quiénes son los guerreros que están aquí, para que me despida antes de morir."


Uno tras otro fueron llevados ante Connla y él los fue besando, se despidió de su padre y murió; los hombres de Ustler lo enterraron y pusieron una gran losa con tremenda pena.

 
Este fue el único hijo que tuvo Cuchulain, el hijo a quien mató.



La taberna celta



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